Compostaje

El proceso de compostaje se llevará a cabo en condiciones aeróbicas (con aireación), con lo que se consigue la aceleración de la descomposición de la materia orgánica y se produce un mayor incremento de la temperatura, suficiente para la destrucción de organismos patógenos.

El proceso de compostaje se llevará a cabo en condiciones aeróbicas (con aireación), con lo que se consigue la aceleración de la descomposición de la materia orgánica y se produce un mayor incremento de la temperatura, suficiente para la destrucción de organismos patógenos.

El compostaje aerobio consiste en una fermentación de la materia orgánica, llevada a cabo por microorganismos aerobios, principalmente bacteria termófilas (se desarrollan a temperaturas entre 50ºC y 70ºC), si bien intervienen, asimismo, bacterias filamentosas, hongos, protozoos o rotíferos.

En la zona de descarga, se realiza la mezcla del lodo con material de residuo vegetal o poda con una pala mecánica.

Este tipo de residuos se incorporan como material de enmienda para aumentar el contenido de materia orgánica presente en la mezcla, consiguiendo un producto de menor peso y aumentando los huecos para favorecer la aireación, además de aumentar las propiedades finales del producto.

Se utilizará el sistema de pila volteada para la aireación por difusión forzada del aire y por volteos periódicos de la masa en fermentación.

Con la mezcla obtenida se van formando pilas de baja altura. Cada una de ellas corresponde a un estado de proceso orgánico para la formación del compostaje, siendo removido y trasladado el material según sus condiciones y avanzando de puesto.

Si durante el transcurso del proceso de descomposición de materia orgánica, se observa que dicho proceso no evoluciona adecuadamente, el material será removido para su oxigenación, pero no avanzará de pila.

Cuando llegue a la última pila, el material obtenido pasará a la fase de afino para su tratamiento y su posterior acopio en la zona de maduración y venta, disponiendo de un producto final homogéneo y con un tamaño ideal para su esparcido.

El desecho orgánico que pueda quedar se retorna al principio del proceso, y el compostaje se deja madurar entre dos y tres meses. Finalmente, se obtiene un compostaje maduro y estable que es comercializado como abono o corrector de suelos.

Para que los microorganismos puedan descomponer adecuadamente la materia orgánica, hay que mantener las condiciones de humedad y temperatura adecuadas, y la concentración de oxígeno suficiente. La humedad se mantiene regando periódicamente las pilas. La oxigenación se consigue removiendo totalmente las pilas mecánicamente e introduciendo aire a través de turbinas.

Los líquidos que desprenden las pilas objeto de compostaje (los lixiviados), se dejan evaporar durante los meses de más calor o volver a ser introducidos al inicio cuando sea necesario aumentar la humedad en el proceso de compostaje.

Su empleo en agricultura permite una reducción en el uso de fertilizantes minerales, destacando el papel beneficioso que la materia orgánica del compostaje ejerce sobre las poblaciones microbianas del suelo y la fertilidad biológica.

El empleo de compostaje puede extenderse al control de determinadas enfermedades provocadas por patógenos del suelo, de forma que su adición puede afectar a la incidencia de éstas por distintas vías.

El compostaje puede ser empleado en el control de malas hierbas o utilizado como acolchado, dado el efecto físico de esta última técnica y su incidencia sobre los factores que favorecen el crecimiento de las malas hierbas (luz, temperatura y humedad).

El compostaje es empleado en la lucha contra la degradación del suelo, en su recuperación y prevención, mejorando la calidad de suelos degradados.

La adición de compostaje mejora las propiedades físicas y la actividad microbiológica del suelo ayudando al desarrollo de la vegetación y a la inactivación o eliminación del contaminante, utilizándose como enmendante orgánico en la recuperación de suelos contaminados por metales pesados o suelos contaminados con plaguicidas.

A la vista del amplio espectro de aplicaciones del compost, que permiten diversos usos en función de su calidad y grado de estabilidad, la transformación de la materia orgánica de los residuos, el compostaje resulta una opción de gestión muy beneficiosa desde el punto de vista social, económico y medioambiental.

Fertilizantes

Los fertilizantes minerales o inorgánicos son productos industriales, en muchos casos sintéticos, que se emplean para aportar nutrientes a los cultivos con la intención de optimizar su crecimiento y aumentar el rendimiento de las cosechas.

Los fertilizantes minerales o inorgánicos son productos industriales, en muchos casos sintéticos, que se emplean para aportar nutrientes a los cultivos con la intención de optimizar su crecimiento y aumentar el rendimiento de las cosechas.

Aportan los principales nutrientes necesarios para el desarrollo de los cultivos en formas fácilmente asimilables para las plantas. La tendencia de su consumo a nivel mundial ha sido un incremento constante en los últimos 60 años, multiplicando por ocho la cantidad consumida a mediados del pasado siglo (F.A.O., 2016). El uso de fertilizantes minerales en la agricultura ha provocado un aumento en el rendimiento de las cosechas y por tanto en la producción agrícola. No obstante, el abuso o el uso inadecuado de estos productos fertilizantes en la agricultura también ha provocado graves daños sobre los ecosistemas, debido fundamentalmente al uso excesivo e inadecuado de los mismos. Por ejemplo, existen numerosas evidencias que relacionan el exceso de fertilizantes nitrogenados con la lixiviación de nitratos en suelos y aguas superficiales y subterráneas, propiciando la eutrofización y la emisión de gases de efecto invernadero involucrados en el calentamiento global y el cambio climático (IRENA, 2006).

La reducción global del consumo de fertilizantes sigue siendo un objetivo ambiental prioritario, buscando disociar el incremento de su utilización con la producción agrícola (LBADR, 2002). Sin embargo, las perspectivas de crecimiento demográfico y por tanto de aumento en la demanda de alimentos no hacen previsible una sustitución de los fertilizantes minerales por abonos orgánicos, pero sí su reducción por hectárea mediante una utilización más eficiente. A tal fin, la implantación de métodos de producción agrícola más sostenibles que mantengan una adecuada calidad del suelo y eviten una pérdida de productividad y por tanto un mayor aporte de nutrientes es fundamental.

En este contexto, una gestión adecuada de los residuos orgánicos generados con el objetivo de producir abonos y enmiendas de calidad puede contribuir a una reducción del consumo de fertilizantes minerales y por tanto de su impacto ambiental, lo que sin duda favorecería la sostenibilidad de los sistemas productivos agrícolas.

Como es sabido, la materia orgánica adicionada al suelo no puede competir con los fertilizantes de tipo inorgánico en la cantidad y grado de asimilabilidad de los nutrientes aportados, ya que los de origen mineral son mucho más solubles y fácilmente disponibles para la planta y, por tanto, satisfacen las necesidades nutricionales puntuales en mayor cuantía y con una efectividad superior que el aporte orgánico de nutrientes. Sin embargo, el aporte de nutrientes por la materia orgánica se produce a través de una liberación gradual, por tanto, menos sensibles a los fenómenos adversos tales como la lixiviación y volatilización (caso del nitrógeno) o la fijación como en el caso del fósforo, cuya dinámica en el suelo viene marcada por su escasa solubilidad y disponibilidad, debido a que la mayoría de los constituyentes del suelo fijan iones fosfóricos.

Por otra parte, la sostenibilidad de los sistemas de producción agrícola depende en gran medida de la protección del suelo frente a aquellos fenómenos que deterioran su calidad. En este sentido, la pérdida de materia orgánica es uno de los factores que impacta de forma más negativa sobre la calidad del suelo y por tanto conlleva a la pérdida paulatina de la fertilidad y de la productividad del mismo. Así, el desarrollo de estrategias que aumenten la cantidad y calidad de la materia orgánica del mismo y restauren su productividad a niveles óptimos es considerado de máxima prioridad para la agricultura mundial. Existe una gran variedad de residuos generados en grandes cantidades y con un contenido elevado en materia orgánica (agrícolas, ganaderos, agroindustriales, etc.), potencialmente utilizables como enmendantes y/o abonos orgánicos del suelo, lo que sin duda puede contribuir a mantener la calidad de los suelos agrícolas.